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Columna de opinión: "¿Para qué sirve un doctorado? Nuevas oportunidades en el mundo del trabajo"

Expertos/as en conocimiento son necesarios en todos los ámbitos: en la universidad, pero también en el sistema escolar, en responsabilidades de dirección y liderazgo pedagógico. Se necesitan también en el gobierno, para diseñar y evaluar políticas públicas, entre otros espacios.

 

El doctorado es el grado académico más alto que confiere una universidad. Este certifica que quien se gradúa ha adquirido las competencias para imaginar, diseñar y ejecutar un proyecto de investigación que contribuirá a la expansión del conocimiento en una disciplina o área específica.

Así, la especialidad que caracteriza a una doctora o doctor es su destreza en el manejo de la investigación: no sólo desarrollarla y publicarla, sino también, evaluar el rigor y la calidad de la ciencia que respalda las proposiciones que se formulan sobre qué es y cómo funciona la sociedad y la naturaleza, definir qué tipo de evidencia podría sustentar tales proposiciones, e identificar los límites entre lo que sabemos, lo que creemos saber, y lo que ignoramos. Los doctores/as son, así, expertos/as en el manejo de conocimiento y en su aplicación para iluminar los dilemas y problemas que enfrenta la humanidad.

No es de extrañar, entonces, que la formación de doctores y doctoras se expanda a la par con el desarrollo de un país, en la medida que dicho desarrollo crecientemente reclama expertos en conocimiento. La evolución de la formación doctoral en Chile lo evidencia.

En efecto, Chile ha experimentado una notable expansión del doctorado en las últimas tres décadas. Sin ir más lejos, en 1990 había 241 estudiantes matriculados en estos programas. La cifra aumentó a 408 en 1991, creciendo a 1.053 en 2000, lo que representa un incremento de 300% desde 1990. La cota de 2.000 estudiantes se alcanzó en 2010 (Baeza 2017, 180). En 2020, la matrícula doctoral es de 6.024, con un aumento de 8% desde 2016 (SIES), lo que sugiere una moderación de la tendencia alcista en los últimos años.

Esta expansión ha sido posible por el aumento de programas de doctorado ofrecidos por las universidades chilenas en el periodo, apoyados por programas gubernamentales desde fines de los años ’90 del siglo pasado. Más de 200 programas fueron creados en esos años y, por primera vez, las universidades privadas se sumaron al esfuerzo, creando 43 de esos programas. Entre 2007 y 2016 los programas de doctorado en las universidades estatales se duplicaron, aquellos en las universidades privadas del CRUCh crecieron por un factor de 1.7, y los de las instituciones privadas se quintuplicaron (Baeza 2017, 190).

Junto con el apoyo estatal a la creación de nuevos programas, las becas de CONICYT (hoy ANID) han sido pilar de este desarrollo. Cada año, se adjudican cerca de 1,100 becas para estudios de doctorado en Chile y en el extranjero. Las tasas de graduación –que oscilan entre 75 y 90% dependiendo de la cohorte (Dirección de Presupuestos 2017, 21, 25) - se comparan favorablemente a las de los países desarrollados. Otra fuente pone la tasa de graduación en 77% en los últimos años, en todos los programas de becas y en todas las cohortes (CONICYT, 2018, 1). La duración de los estudios es también más eficiente que en los países desarrollados: 6 años para quienes estudian en Chile, y 7 años para los chilenos en el extranjero (Dirección de Presupuestos 2017, 25).

Esta capacidad permite hoy graduar en Chile a más de 800 nuevos doctores anualmente, con un aumento de 26% desde 2015 (SIES). A ellos se suman unos 400 chilenos graduados en el extranjero (CONICYT 2018, 3).

¿En qué ámbitos trabajan los doctores en Chile? Decíamos arriba que las y los doctores son expertos en el manejo del conocimiento. Dado que las universidades son por antonomasia el sitio social de la producción y crítica del conocimiento, no es de extrañar que entre 75 y 80% de los doctores trabaje en universidades (MINECON 2016). Datos de años más recientes sugieren que, hacia 2015, 70% de quienes se graduaron entre 2007 y 2014 estaban empleados en universidades. La mayoría de los restantes estaban trabajando como investigadores postdoctorales en programas financiados por el Estado, y cerca del 10% en la empresa o en el gobierno.

Quiero llamar la atención a esta última cifra: doctores trabajando fuera de la universidad, número aún bajo en Chile comparado con los países desarrollados. Si bien el sector educación es predominante como fuente de empleo a través de los países de la OCDE, la variación entre países es llamativa. Por ejemplo, sólo un tercio de los doctores trabaja en la academia en Dinamarca, Holanda y Bélgica. El porcentaje sube a 4/5 (como en Chile) en Portugal y Polonia. El sector que marca la diferencia es el empresarial, que emplea al menos 1/3 de las doctoras/es en EE.UU., Bélgica y Dinamarca.

Las oportunidades de trabajo fuera de la academia suelen pasar desapercibidas, tanto entre los estudiantes, como entre sus profesoras. La fuerte influencia modeladora y vocacional de la universidad ejerce un poder centrífugo del que es difícil sustraerse.

Sin embargo, no debe olvidarse que, en la sociedad del conocimiento, expertos en conocimiento son necesarios en todos los ámbitos: en la universidad, desde luego, pero también en el sistema escolar, en responsabilidades de dirección y liderazgo pedagógico. Se necesitan también en el gobierno, para diseñar y evaluar políticas públicas. En los medios de comunicación, para juzgar sobre la verosimilitud de las afirmaciones que circulan en la era de la post verdad, y en la empresa, para crear y analizar los datos que permiten acertadas decisiones de negocios.

Si bien la universidad seguirá predominando en la configuración de las oportunidades laborales de los doctores, estos otros ámbitos de trabajo experto irán adquiriendo mayor presencia con el paso de los años, en la misma medida en que la expansión de las fuentes de información en la sociedad del conocimiento exija la diseminación de las competencias de análisis de una doctora a través de todos los sectores de la sociedad.

Andrés Bernasconi, Ph.D.

Profesor Titular

Facultad de Educación UC

abernasconi@uc.cl

 

Referencias:

Baeza, Pablo. 2017. Diversidad y diferenciación en la oferta de programas de doctorado en Chile. Calidad en la educación 47, pp. 179-214.

CONICYT, 2018. Informe del Consejo de CONICYT 2015-2018.

Dirección de Presupuestos. 2017. Informe final de evaluación. Evaluación programas gubernamentales (EPG). Programas: becas nacionales de posgrado y Becas Chile.

MINECON. 2016. Principales resultados proyecto CDH año de referencia 2014. Encuesta trayectoria de profesionales con grado de doctor residentes en Chile.

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